La relación sociedad-universidad en los marcos de la
globalización
The society-university relationship in the framework of
globalization
Juan José Vizcaíno Figueroa
1
juanjose_vizcaino@hotmail.com
Recibido: 1/12/ 2016, Aceptado: 1/02/ 2017
RESUMEN
La globalización es un fenómeno que está presente en todas las actividades sociales y
que de una u otra forma influencia el desarrollo de los países y las organizaciones. La
necesidad de mantener relaciones dinámicas entre los pueblos, tanto en aspectos
económicos, sociales y culturales, ha contribuido a que las tecnologías de la
información y la comunicación faciliten las herramientas que permitan una interacción
e integración entre las personas, las instituciones y los gobiernos. En este contexto,
las instituciones de educación superior, no están ajenas a las tendencias que a nivel
global se manifiestan, principalmente en su rol impulsor de una sociedad del
conocimiento, que promueve la innovación, el emprendimiento y el desarrollo
económico. Para tal efecto, es imperioso entender la dinámica en la cual se debe llevar
a cabo la relación sociedad-universidad, comprendiendo que es una relación de doble
vía, que coadyuva al desarrollo de un país, principalmente por la pertinencia de su
oferta académica y la responsabilidad social que conlleva su accionar. Es por ello que
el objetivo de este trabajo, es aportar con elementos de análisis y reflexión, sobre
cómo la globalización y la sociedad del conocimiento permiten reorientar la forma de
relacionar la sociedad y la universidad.
Palabras clave: Globalización, Vinculación con la sociedad, Gestión universitaria
ABSTRACT
Globalization is a phenomenon that is present in all social activities and that in one
way or another influences the development of countries and organizations. The need
to maintain dynamic relations between peoples, in economic, social and cultural
aspects, has contributed to the information and communication technologies providing
the tools that allow interaction and integration among individuals, institutions and
governments. In this context, institutions of higher education are not alien to the
trends that are manifested globally, mainly in its role as a driver of a knowledge society,
which promotes innovation, entrepreneurship and economic development.
1
Magíster en Diseño y Evaluación de Proyectos de la Universidad Central del Ecuador, Candidato a Doctor
en Ciencias Económicas de la Universidad de La Habana. Desde el 2012, vinculado al proceso de suspensión
y liquidación de Instituciones de Educación Superior (IES). En el 2017, Especialista en Temas de Postgrado
en el Consejo de Educación Superior. Ecuador.
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For this purpose, it is imperative to understand the dynamics in which the society-
university relationship must be carried out, understanding that it is a two-way
relationship that contributes to the development of a country, mainly due to the
pertinence of its academic offer and the Social responsibility that entails their actions.
This is why the objective of this work is to contribute with elements of analysis and
reflection, on how globalization and the knowledge society allow to reorient the way
of relating society and the university.
Keywords: Globalization, Relationship with society, University management
Introducción
La globalización es un fenómeno que está presente en todas las actividades sociales y
que de una u otra forma influencia el desarrollo de los países. La necesidad de
mantener relaciones dinámicas entre los pueblos, tanto en aspectos económicos,
sociales y culturales, ha contribuido a que las tecnologías de la información y la
comunicación faciliten las herramientas que permitan una interacción e integración
entre las personas, las empresas y los gobiernos.
En este contexto, se incluyen la generación de conocimientos y la ciencia en sí misma,
que se generan en la actividad universitaria, la misma que en el Ecuador, constituye
un eje estratégico que el Estado está impulsando con fuerza, mediante una
reestructuración total de los organismos que la rigen, pero más importante aún,
desde un enfoque amplio que se maneja a partir de la Constitución, que en su artículo
350 señala que “El sistema de educación superior tiene como finalidad la formación
académica y profesional con visión científica y humanista, la investigación científica
y tecnológica, la innovación, promoción, soluciones para los problemas del país, en
relación con los objetivos del régimen de desarrollo” (Art. 350).
Además, el Sistema de Educación Superior, debe regirse por los principios de
autonomía responsable, cogobierno, igualdad de oportunidades, calidad, pertinencia,
integralidad, autodeterminación para la producción del pensamiento y conocimiento,
en el marco del diálogo de saberes, pensamiento universal y producción científica
tecnológica global (Art. 351). El Estado, juega un rol decisivo para que este sistema
funcione, debiendo impulsar el desarrollo de una sociedad del conocimiento para
alcanzar los objetivos nacionales, promoviendo la generación, producción, difusión y
acceso a los conocimientos científicos y tecnológicos.
En el Ecuador, ha sido imperante la necesidad de rescatar el rol del Estado en la
dirección, regulación y supervisión de las Instituciones de Educación Superior (IES),
que se perdió en forma creciente en las décadas de los gobiernos neoliberales, que
con sus políticas sobre educación superior, relegaron la creación de universidades y
escuelas politécnicas, así como su oferta académica, a las fuerzas del mercado,
convirtiendo a la educación en una mercancía, al estudiante en cliente y a la
universidad en empresa.
Este escenario descrito, contribuyó a una fragmentación de las instituciones de
educación superior (IES) ecuatorianas, donde sus conceptos y modelos de gestión,
posibilitaron la implementación indiscriminada de prácticas empresariales como la
contratación de docentes por horas, el trato clientelar a estudiantes y la escasa
importancia a la generación de ciencia y tecnología. Es por eso que el objetivo de este
trabajo, es analizar los conceptos de globalización, sociedad del conocimiento y como
éstos contribuyen a reorientar el sentido de pertinencia y de responsabilidad social de
las instituciones de educación superior ecuatorianas, planteando una nueva forma de
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relacionar la universidad con la sociedad.
La globalización y la sociedad del conocimiento
En la crisis actual, el capitalismo intenta volver a su utopía permanente, la de la
sumisión de la vida social a la lógica exclusiva del mercado y a la globalización sin
freno. Todas las regiones del planeta se encuentran ya enfrentadas a este mismo
problema, pero bajo condiciones extremadamente diferentes.
El término globalización tiene una serie de definiciones, para algunos, como el Banco
Mundial o el Fondo Monetario Internacional, su significado se centra en la
interdependencia económica que existe entre los países del mundo, resultado del
aumento del volumen y la variedad de transacciones de bienes y servicios realizados
fuera de sus fronteras. Para otros, como la CEPAL (2002), Santamarta (s/f) y Bonnet
(2002), no es más que la desaparición de fronteras geográficas, materiales, políticas
y culturales, que posibilitan la combinación de procesos comerciales y financieros.
Amin (2008:1), describe a la globalización como la lógica de expansión del
capitalismo y la dimensión imperialista de su despliegue, debido a que plantea que la
globalización se “impondría a todos los países de la misma forma, sea cual sea su
opción de principio, capitalista o socialista, y que actúa entonces como una ley de la
naturaleza producida por el estrechamiento del espacio planetario”. La globalización
aparece con la onda expansiva del neoliberalismo, con su programa del Estado
desertor” (Borja, 2002: 1), donde se marcó la derechización de la política y se
privatizaron los servicios en forma indiscriminada.
El Banco Mundial, menciona que la globalización no es una tendencia del todo nueva,
puesto que, en los tiempos remotos de la historia humana, las poblaciones se
encontraban dispersas y mantenían procesos de intercambio económico y comercial,
marcando una tendencia que hoy se ha consolidado en la mayoría de países. Sin
embargo, Amin (2008), establece una diferencia importante entre el proceso de la
antigüedad y la globalización de los tiempos modernos, al mencionar que en tiempos
pasados se ofrecían oportunidades a las regiones más atrasadas para que pudieran
acercarse al nivel de desarrollo de las más avanzadas, las mismas que eran tomadas
o desechadas, dependiendo exclusivamente de sus propios sistemas políticos,
ideológicos y culturales, de acuerdo a sus capacidades para enfrentar los desafíos que
significaban las regiones más avanzadas.
La globalización de los tiempos modernos es polarizante ya que está asociada al
capitalismo, donde la propia lógica de su expansión global, produce una desigualdad
creciente entre quienes participan del sistema. Esto quiere decir que la globalización
no ofrece oportunidades, sino que requiere la implementación de políticas voluntarias
que entran en conflicto con las lógicas unilaterales de la expansión capitalista,
obligando a los actores a ajustarse a las exigencias del propio desarrollo.
Borja (2002), en su conferencia dictada en ocasión de recibir el título de Doctor
Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, describe a la
globalización como un hecho económico y plantea el globalismo como la teoría que
lo justifica, que defiende el fundamentalismo del mercado y el libre comercio. Es por
eso que antes de abordar la relación que existe entre la globalización y la sociedad
del conocimiento, es importante mantener la línea trazada por el ex presidente de la
República del Ecuador, Dr. Rodrigo Borja, acerca de comprender el globalismo como
la teoría que justifica y estimula la globalización. En ese sentido, Ianni (1999)
menciona que con el desarrollo intensivo y extensivo del capitalismo surge una
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configuración geo-histórica dotada de peculiaridades específicas y de movimientos
propios, que puede denominarse globalismo.
La humanidad ha atravesado diversos procesos histórico-sociales que han marcado
las relaciones económicas, sociales, políticas y culturales de diferentes épocas, tales
como el feudalismo, esclavismo, mercantilismo, colonialismo, imperialismo,
capitalismo y socialismo. El globalismo es un proceso histórico-social de una realidad
múltiple presente en el ámbito transnacional que, como todo proceso, no anula al
preexistente sino transforma el mapa del mundo, no solo en la geografía e historia
sino también en las conciencias de las personas.
Smith (2001), en su artículo “Nuevo globalismo, nuevo urbanismo”, plantea dos
líneas de pensamiento que enmarcan los argumentos actuales del globalismo, la
primera la denomina “el final de la geografía”, que al igual que los otros autores que
se han citado, defiende el rompimiento del espacio, lugar y límites, debido al auge
de los nuevos mercados financieros y el avance de las tecnologías de la información,
que coadyuvan al desarrollo económico donde la situación geográfica ya no afecta a
las finanzas, convirtiendo al mundo en un espacio de flujos más que en un espacio
de lugares.
La segunda corriente defiende una marcada reestructuración de los conceptos de
espacio, lugar y geografía. El lugar ocupa una nueva importancia en esa visión de
nuevo globalismo, ya que “resulta central para la circulación de personas y de capital
que constituyen la globalización, y la centralidad de los ámbitos urbanos en un mundo
globalizado trae consigo el reconocimiento de la rápida pérdida de importancia de la
economía nacional” (Smith, 2001: 24).
En tal virtud, se puede comprender de mejor manera la polarización que se dio entre
producción y finanzas, debido a que el lugar donde se desarrollaba cada uno,
establecía brechas entre clases sociales por los puntos de concentración de sus
actividades. Frente a esta realidad, surge la denominada sociedad del conocimiento,
que Krüger (2006: 2) manifiesta que sus orígenes datan a los años 60, cuando Peter
Drucker estableció como características de este tipo de sociedad, “una estructura
económica y social en la que el conocimiento sustituye al trabajo, a las materias
primas y al capital como fuente más importante de la productividad, crecimiento y
desigualdades sociales”.
La Organización de los Estados Americanos se refiere a la sociedad del conocimiento
a aquella que está bien educada y que se basa en el conocimiento de las personas
para promover la innovación, el emprendimiento y el desarrollo económico.
Globalización y sociedad del conocimiento son los ejes estratégicos del siglo XXI. En
los últimos años la interacción de ambos y, en su momento influyendo por su propia
cuenta, han conformado un marco que explica en buena parte el crecimiento
económico y el progreso en general. Constituye una tarea prioritaria para estudiosos
y analistas, el comprender de mejor manera, ambos fenómenos y tratar de explotar
sus ventajas para la educación superior.
Pertinencia y responsabilidad social de la universidad
De lo dicho en párrafos anteriores se desprende el hecho de reorientar y reafirmar el
sentido de pertinencia que deben tener las IES para contribuir al desarrollo de una
sociedad. Según Pérez (2007) El análisis de la proyección social de la educación es
objeto de estudio de La Sociología de la Educación y se caracteriza por considerar:
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La incidencia de la educación en el dinamismo general de la sociedad,
La educación como el factor principal del proceso de socialización de los individuos,
El papel de la educación en el control social, en la reproducción social, en la
movilidad social, en la selección social y adaptación social.
La misma autora señala que La pertinencia social relaciona a la Educación Superior
con la Sociedad planteando la necesidad de una evaluación externa en términos de
expectativas y logros públicos” y que “El concepto de pertinencia obliga a la
Universidad a responder ante la sociedad sobre lo que la institución universitaria
genera como producto” (Pérez, 2007: 4).
Para García (1997) la pertinencia está vinculada a una de las principales
características que tiene el nuevo contexto de producir conocimientos, esto es, el
énfasis en tomar en cuenta el entorno en el cual están insertas las instituciones de
investigación y, por lo tanto, la necesidad de un estrecho acercamiento entre los que
producen y entre los que se apropian del conocimiento. Por un lado, los que se
apropian, o sea los usuarios del conocimiento, son no solamente los estudiantes, o
usuarios internos, sino las comunidades en la que están insertas las instituciones, y
también, de manera muy importante, los otros niveles del sistema educativo.
Desde este punto de vista la pertinencia, en la medida misma en que se sitúa en el
horizonte de un responder a la sociedad, se vincula con el principio de
responsabilidad, y permite de este modo romper la posibilidad de un cerco de
autoaislamiento universitario incompatible con la misma tradición latinoamericanista
de una universidad en armonía con las necesidades de la sociedad civil y con las
condiciones de su progreso (Pérez, 2007) De aquí parte la responsabilidad social
universitaria, que se puede entender como el “compromiso institucional avocado
hacia los miembros de una determinada comunidad, de manera personal o colectiva
para trabajar en bien de los recursos comunes, que hacen de compartir la vida, una
conciencia pacífica y proactiva” (Orozco y Astudillo, 2011: 91).
Para conseguir este cometido, “Al igual que la Empresa que ha debido superar el
enfoque filantrópico de la inversión social (como gasto extra) para entenderse a sí
misma bajo el nuevo paradigma de la Responsabilidad Social, la Universidad debe
tratar de superar el enfoque de la “proyección social y extensión universitaria” como
“apéndices” bien intencionados a su función central de formación estudiantil y
producción de conocimientos, para poder asumir la verdadera exigencia de la
Responsabilidad Social Universitaria” (Vallaeys, 2008: 2).
Su responsabilidad social, por ende, no consiste simplemente en el responder ante,
sino también en el debate que la universidad es susceptible de generar sobre el marco
filosófico-político que condiciona la negociación con el estado sobre la pertinencia de
lo que la universidad produzca. Es por eso que la universidad debe a la vez hacerse
cargo de lo que ella es como especificidad institucional y rendir cuentas a la sociedad
de lo que ella hace y produce como bien público (Pérez, 2007).
En este mismo sentido, Camacho, Fernández y Miralles (citados en Orozco y Astudillo,
2011), se refieren a que la responsabilidad social es a la vez una exigencia ética y
una estrategia racional de desarrollo para la inteligencia organizacional que debe
considerarse que al contar con la participación de todos los actores comunitarios se
estará logrando articular mecanismos que posibiliten el desarrollo autónomo de cada
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localidad.
La UNESCO (2009), en su Declaración de la conferencia Mundial de la Educación
Superior, también hace referencia a la responsabilidad social de la educación superior
manifestando que las instituciones de educación superior a través de sus funciones
principales que son: la investigación, la enseñanza y el servicio a la comunidad
llevados adelante en el contexto de la autonomía institucional, la libertad académica
debería aumentar su foco interdisciplinario y promover pensamiento crítico y activar
ciudadanía que contribuya al desarrollo y al avance de la sostenibilidad del desarrollo,
la paz, el bienestar, el desarrollo y la realización de los derechos humanos incluyendo
la equidad y género.
Los desafíos entonces, están en aproximar la universidad a la sociedad, en hacerla
pertinente para sí misma y para la sociedad, en comprobar como esta universidad se
inserta en el contexto que la contiene y cómo responde a las expectativas y
exigencias sociales con acciones comprometidas, relevantes y oportunas.
Una nueva visión de la interacción sociedad-universidad luego del estruendoso
fracaso del neoliberalismo y más recientemente por la crisis mundial del capitalismo,
se perfila una concepción con prácticas democráticas y participativas, que rescatan
valores como el amor, la solidaridad y la igualdad. Son precisamente este tipo de
prácticas las que impiden que el socialismo del siglo XXI, como se denomina a esta
tendencia, surja por decisión de un gobierno, de una vanguardia iluminada. No
puede decretarse desde arriba. Es un proceso que se construye con la gente, en la
que esta, al ir transformando las circunstancias, se transforma así misma. No es una
dádiva, es una conquista” (Harnecker, 2012: 4).
Lamentablemente en la actualidad, se puede observar que en los países donde se ha
implementado este socialismo del siglo XXI, han vuelto las prácticas soviéticas que
tan duramente han sido criticadas, como ejemplo, el totalitarismo, la falta de
democracia, la planificación central buroctica, el capitalismo del Estado, la
pretensión de homogenizar sin respetar las diferencias, la producción sin tener en
cuenta la necesidad de preservar la naturaleza, entre otros rasgos de aquel modelo
que no tuvo éxito en varios países.
Sin embargo, de estos problemas que se empiezan a suscitar, no cabe duda que este
modelo plantea cosas importantes, como poner a la persona sobre el capital,
orientando los servicios hacia la satisfacción de necesidades humanas y no a la
obtención de lucro. De aquí se desprende la importancia de plantear una visión de la
educación superior como servicio y derecho.
Para lograr este cometido se debe establecer una relación entre la academia y la
sociedad. Esta vinculación con la comunidad ha sufrido varios cambios de enfoque a
lo largo de los años, que han permitido orientar de mejor manera el trabajo que las
IES deben hacer como aporte al desarrollo de la sociedad.
La extensión universitaria, fue la primera forma de acercar la universidad a la
sociedad. Este término “se empleó por primera vez en 1873, en la Universidad de
Cambridge, Inglaterra, para designar una determinada innovación en materia de
enseñanza. Se trataba de poner
las ventajas de la formación universitaria al alcance
de toda la gente, en los sitios donde vivía y trabajaba” (Pérez, 2005: 22).
En América Latina en cambio, González (2002) señala que este concepto nace en el
año 1918 con la Reforma de Córdoba en Argentina, a raíz del debate sobre el sentido
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social de la universidad, despreocupada hasta entonces de la realidad y sus
problemas. Surge entonces como una función sustantiva como la docencia o la
investigación.
El movimiento de Córdoba tuvo como protagonista a la clase media emergente y en
cuyo manifiesto se establece que las universidades deben hacer Extensión
Universitaria, fortalecer la función social, proyectar al pueblo la cultura universitaria
y preocuparse por los problemas nacionales (Armas et al., 1984).
A partir de los años 70 con la Cumbre de la Tierra, celebrada en Estocolmo en 1972
se abre un nuevo período histórico en el desarrollo de la Extensión Universitaria y en
fin de todas las organizaciones, instituciones y entidades que fungen como actores
sociales del desarrollo; la función de extensión se constituye como un pilar importante
para el desarrollo social de los pueblos en un momento histórico en que el Estado
Nación tiende al debilitamiento por diferentes vías, entre ellas el proceso de
transnacionalización del capital y el flujo migratorio sur norte. De aquí se derivan los
estatutos de la mayoría de la Universidades Latinoamericanas donde se plantea que
la Extensión Universitaria tiene como objetivo promover la cultura nacional, incidir
en la integración, coadyuvar a los planes de desarrollo regional y territoriales,
sumarse a la lucha por la liberación nacional en compromiso con las clases populares
(Pérez, 2005).
Sin embargo, los escasos avances en la vinculación dentro de las instituciones de
educación superior latinoamericanas se deben a la carencia de un significado claro y
socialmente compartido sobre lo que es esta función universitaria. Lo que se ha
venido manejando en la universidad ecuatoriana y en general en América Latina en
torno a la vinculación es una visión economicista que no ha permitido reconocerla
como una función sustantiva adicional a las que habitualmente se reconocen en las
IES.
Lo que ha prevalecido es la vinculación especialmente con el sector productivo, con
el que se firman un sin número de convenios de colaboración pero que no han
generado los resultados esperados.
Frente a esta situación, Campos y Sánchez Daza (2005) plantean que estos
acercamientos con la planta productiva o con la sociedad se han hecho a partir de un
desconocimiento, especialmente teórico, de la función de vinculación determinado
por una confusión con otras actividades, básicamente las de extensión y las de
prestación de servicios.
Los mismos autores sostienen que es muy reciente el reconocimiento dentro de las
propias universidades, de que ésta es una función que implica profesionalización y
que administrativamente, las oficinas de gestión de la vinculación están ubicadas en
estructuras de tercer o cuarto nivel y, en muchas ocasiones, dependen de áreas cuya
función no tiene nada qué ver con esta actividad.
Es por eso que el punto de partida debe tener un concepto claro de lo que es
realmente la vinculación con la comunidad y a partir de éste, orientar los esfuerzos
hacia la elaboración de un modelo de gestión eficiente.
Frente a este reto de conceptualizar la vinculación, hay que diferenciar las visiones
desde tres posiciones (Campos y Sánchez Daza, 2005):
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Quienes consideran que la vinculación tiene un contenido básicamente económico.
Quienes consideran que la vinculación se resuelve exclusivamente mediante un
acercamiento físico con la sociedad (visión fisicalista, que también está fuertemente
asociada a una visión asistencial).
Quienes consideran que la vinculación es una nueva función sustantiva de las
Universidades.
Varios autores aportan a la comprensión conceptual de lo que es la vinculación, uno
de esos conceptos es que la vinculación es:
El medio que permite a la universidad interactuar con su entorno,
coordinando eficaz y eficientemente sus funciones de docencia,
investigación y extensión de la cultura y los servicios, a la vez que
favorece su capacidad de relacionarse con los sectores productivo y
social en acciones de beneficio mutuo, lo que favorece su
posicionamiento estratégico (Alcántar y Arcos, 2004, p. 6).
El Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior del Ecuador
(2009) estableció como la definición de la vinculación en su Modelo de Evaluación de
Desempeño Institucional de las Instituciones de Educación Superior la “interacción
de la institución con los demás componentes de la sociedad, para mutuo beneficio en
el avance del conocimiento, la formación de recursos humanos y la solución de
problemas específicos en función del desarrollo” (CONEA, 2009: 53).
Pérez (2007:6) la define como la función que le permite a la Universidad interactuar
proactivamente con su entorno social, dimensión del proceso educativo que se
articula transversalmente con las restantes funciones y subsistemas de la
Universidad”. Todo ello para lograr una nueva cualidad en el desarrollo sociocultural
de las comunidades intra y extra muros al promover cultura, ciencia, técnica y valores
que comprometen al hombre con la sociedad.
Para Campos y Sánchez Daza (2005:10), la vinculación como nueva función de las
universidades es “un eje estructurador de la planeación académica, esto es, que las
funciones de docencia e investigación universitarias encuentran mecanismos y formas
de articulación de manera más estrecha y efectiva con la sociedad y la economía,
salvando el carácter asistencial que hasta antes prevalecía”.
Esta nueva visión de la vinculación permite que las funciones universitarias
interactúen entre sí posibilitando un trabajo armónico y efectivo con la comunidad,
Segredo (2011:167) las define así:
- La docencia es la función por la que se trasmite en el proceso académico los
conocimientos, se dirige la aplicación de estos a la realidad espacio/temporal y se
desarrolla la actitud heurística.
-
La investigación se orienta hacia la búsqueda de conocimientos nuevos y a la
comprobación de los ya existentes. Su meta es la superación del acervo existente, el
entrenamiento de los estudiantes/profesionales en los métodos del conocimiento y
actuar sobre los problemas sociales prioritarios.
-
La extensión es la función que vincula entre el conocimiento y el ámbito de la
realidad y del universo.
-
Su misión es extender hacia la sociedad la actividad orgánica de la Universidad,
integrando en aquella el modelo de práctica profesional multifacética que postula la
filosofía institucional, devolviéndole parte de sus aportes y recogiendo del seno vivo
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de su universo las orientaciones del saber popular”.
Adicionalmente, el mismo autor plantea que hay que entender que la gestión
universitaria y los procesos administrativos deben estar presentes en cada función
universitaria y que se condicionan por los siguientes criterios:
- El crecimiento de la escala de actividad de estas instituciones, que incrementa
significativamente la complejidad de su gestión.
-
El vínculo cada vez más estrecho entre los productos de la educación superior y el
desarrollo económico y social de cada país que evidencia la exigencia sobre su
eficacia.
-
El incesante aumento de los costos de la educación superior y la disminución en la
afluencia de recursos a las IES, que ha provocado un interés marcado en la
racionalidad de los procesos y en la utilización de los recursos.
-
La necesidad de integración del trabajo docente y científico (interdisciplinariedad,
transdisciplinariedad) y su proyección institucional como trabajo cooperativo”
(Segredo, 2011: 165).
Con todos estos elementos queda claro que la vinculación es una función que permite
a las universidades realinear sus objetivos y visiones a futuro, sin dejar de tener los
pies sobre la tierra ni de reconocerse como una parte más de la sociedad. Ayuda a
las universidades a identificarse como instituciones interesadas en participar en la
solución de las problemáticas que enfrentan los ciudadanos de las regiones en las
cuales están localizadas o de la sociedad en general.
Campos y Sánchez Daza (2005:11) manifiestan que “Al igual que el resto de
funciones universitarias, ésta debe integrarse a la cotidianidad académica y ser
resuelta de manera colectiva. Las oficinas de vinculación sólo asumen el papel de
“facilitadoras” de esta actividad que día a día cultivan y consolidan los académicos e
investigadores de cada facultad o centro de investigación”.
Además, estos mismos autores sostienen que “Esta nueva propuesta incluye también
aspectos fundamentales como: la inclusión de la evaluación de la propia vinculación;
la vinculación no sólo al exterior sino, sobre todo, al interior de la propia Universidad”
(Campos y Sánchez Daza, 2005: 11).
Conclusiones
Los modelos de gestión universitarios no están ajenos a la influencia de los
fenómenos económicos y sociales que se desarrollan a nivel global. La necesidad de
adaptarse a los cambios que se producen a diario debe ser una prioridad para las
autoridades universitarias. No debe perderse de vista la misión principal de la
educación superior, que es formar profesionales que contribuyan al desarrollo de la
sociedad apoyándose en la generación de ciencia y tecnología.
El Ecuador ha dado pasos firmes en torno a conseguir este cometido, introduciendo
conceptos y lineamientos generales en las Leyes que rigen al país, coadyuvando a que
las instituciones de educación superior planifiquen y desarrollen sus actividades en
relación con los objetivos nacionales. Se debe consolidar la interacción sociedad-
universidad, con el objetivo de promover la pertinencia de la oferta académica y de
que se instauren modelos de gestión que permitan mejorar la calidad académica e
investigativa de las Instituciones de Educación Superior ecuatorianas enmarcadas en
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las tendencias internacionales y necesidades locales de desarrollo.
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