La confirmación del diagnóstico de autismo es un fuerte impacto que implica una
reacción en todos y cada uno de los miembros de la familia. Esta etapa es descrita
con diferentes términos: impacto, choque emocional, shock. Ese estado, se produce
desde el momento en que se recibe la noticia y tiene la vivencia directa de que el
niño no es como los otros, pero no lo acepta como real, los padres presentan una
actitud que pudiera parecer de apatía, discrepancia, y muestran expresiones llenas
de dolor y desconcierto. Pues aun cuando sus sospechas se acercaban al diagnóstico
recibido, la negación del mismo como mecanismo de defensa persiste y la respuesta
a su realidad los alarma de un modo devastador. La familia, en especial los padres,
no se encuentran preparados para escuchar su hijo, aquel que con tantas ilusiones
esperaban, que parecía “normal” hasta un momento dado de su desarrollo, padece
un trastorno grave y que resulta irreversible.
La familia del niño con autismo difícilmente encuentra consuelo en la sociedad,
encuentran un mundo insensible, despiadado y hostil. La percepción de incomprensión
ante las conductas extrañas del niño, provoca en los padres sentimientos de aislamiento.
Suelen sentirse avergonzados por no haber cumplido con las expectativas sociales de
tributar un ciudadano fundamentalmente productivo.
Se sienten excluidos de situaciones normales de ésta, debido a que vivimos en una
época en que se exige el progreso donde el desarrollo es básico y la excelencia y la
calidad son las palabras que norman el quehacer cotidiano.
Cuando la familia ha canalizado los sentimientos antes mencionados, logran aprovechar
sus potencialidades y estimular el desarrollo de habilidades en su hijo, experimentan la
aceptación del niño por encima del trastorno y así el propio niño le devuelve al ambiente
familiar seguridad, empeño y unidad entre sus miembros. Existe un diverso número de
canales que han favorecido la supervivencia de una familia con una persona con autismo,
lo que demuestra que es posible, aunque difícil.
Desde la época de los 60 han sido muchos los cambios que este término ha sufrido
hasta la época actual. Inicialmente se consideraba a la resiliencia como una condición
natural, innata, de los humanos, más tarde fueron incorporados elementos
culturales, familiares, comunitarios y sociales, pues según investigaciones al
respecto, éste es un proceso social en donde influyen en gran medida los aspectos
del entorno que rodea al sujeto. Uno de los criterios mejores defendidos, al no
referirse únicamente como capacidad o cualidad, es el ofrecido por Santos (2000),
donde asegura que la Resiliencia es saber afrontar la adversidad de forma
constructiva. Saber adaptarse con flexibilidad y salir fortalecido del suceso
traumático, según Santos (2000).
Ante un momento difícil emocionalmente hablando, la familia, los amigos y el entorno
en general, son elementos que influyen en gran medida, es por ello que no se puede
ver a la resiliencia como una capacidad únicamente, debido a que más bien es la
consecución de un proceso en el cual intervienen distintos factores que ayudan a salir
de dicha problemática de forma positiva para luego aprender de dicho acontecimiento
o situación. En el caso de la familia del niño con autismo, el acontecimiento adverso
no se limita al propio momento de desconcierto que genera el impacto del diagnóstico
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Pentón, Bermúdez, Pérez. La resiliencia en la familia del niño con
autismo: Actitud y condición de desarrollo
&
Revista Ciencia & Tecnología
ISSN impreso: 1390 - 6321
ISSN online: 2661 - 6734
No. 23, 31 de julio de 2019