Revista Científica Ciencia y Tecnología Vol 20 No 27 /págs. 26-32
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La cultura profesional del docente en un contexto de cambios:
retos y perspectivas
The professional culture of the educational one in a context of
changes: challenges and perspectives
Dr. C Lázara Bastida Lugones
1
lbastidalugones@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-0749-570X
Dr. C Alina Rodríguez Morales
2
alina.rodriguezm@ug.edu.ec
https//orcid.org/0000-0003-12009-8802
Ms C Betsy Alvarez Vega
3
balvarez@ucf.edu.cu
https://orcid.org/0000-0002-6824-2271
Recibido: 1/4/2020, Aceptado: 1/6/2020
RESUMEN
El artículo revisa trabajos conceptuales sobre el actual contexto del proceso
educativo. Toma como referente la apertura hacia nuevos horizontes, así como los
entornos virtuales de aprendizaje en los que la escuela ha perdido el monopolio, se
abren nuevas perspectivas y exigen el desarrollo de planes formativos y nuevos
planteamientos de la función y formación del profesorado. El propósito de la revisión
de literatura es el de comparar, contrastar y organizar elementos dentro de la cultura
científico-investigativa que los docentes enfrentan día a día. De esa manera, se
concluye en material provechoso para el profesional que enfrenta cambios profundos
en los últimos años en la llamada sociedad de la información, así como las
modificaciones continuas a las que se ve sometido el sistema educativo, las
exigencias de la sociedad, las transformaciones de las mentalidades y las nuevas
demandas educativas, el desarrollo de contextos educativos diferentes a los que
tradicionalmente se han venido utilizando. Las tecnologías de la información y las
comunicaciones hacen evidente la necesidad de búsqueda de modelos formativos
actuales para el profesorado que ofrezcan respuestas óptimas al reto que los tiempos
modernos les plantea.
Palabras clave: proceso educativo, formación del profesorado, contextos
educativos, tecnologías de la información y las comunicaciones
1
Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, La Habana, Cuba.
2
Universidad de Guayaquil, Guayaquil, Ecuador.
3
Universidad Carlos Rafael Rodríguez, Cienfuegos, Cuba.
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ISSN impreso: 1390 - 6321
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un contexto de cambios: retos y perspectivas.
ABSTRACT
This article reviews conceptual works on the current context of the educational
process. It takes as a reference the opening towards new horizons, as well as the
virtual learning environments in which the school has lost its monopoly, open new
perspectives and demand the development of training plans and new approaches to
the role and training of teachers. The purpose of this work review is to compare,
contrast and organize elements within the scientific research culture that teachers
face every day. In this way, it is concluded in useful material for the professional who
faces profound changes in recent years in the so-called information society, as well
as the continuous modifications to which the educational system is subjected, the
demands of society, the transformations of mentalities and new educational
demands, the development of educational contexts different from those that have
traditionally been used. Information and communication technologies make evident
the need to search for current training models for teachers that offer optimal
responses to the challenge that modern times pose to them.
Keywords: educative process, teacher formation, educative context, information
and communication techniques
Introducción
En el actual contexto educativo la formación del profesor va unida al desarrollo
profesional del docente. Esto no constituye una cuestión nueva, se trata de concebir
la formación como un aprendizaje constante, de modo que la formación se acerque
al desarrollo de actividades profesionales y a la práctica profesional y desde ella.
Desde esta perspectiva se considera, por tanto, la práctica de la enseñanza como
una profesión dinámica, en continuo desarrollo, por ello, la formación y el reciclaje
son aspectos muy importantes que todos los profesores deben asumir como propios.
El desarrollo de una cultura profesional tiene que ver en el profesorado con los
conocimientos existentes y la concepción o función docente, con las orientaciones
conceptuales de su función, con la formación inicial, con el status y las condiciones
de trabajo, con la formación permanente, con la evaluación a la que se somete su
trabajo, y con otros procesos paralelos que afectan igualmente al desarrollo de la
cultura profesional del profesorado y, consecuentemente, al proceso de innovación y
cambio educativo (UNESCO, 2005; UNESCOPRELAC, 2007).
A través de la revisión de literatura científica se ve el actual contexto de cambios en
el ámbito social que tienen una repercusión en el ámbito escolar. Asimismo, la
formación y la cultura profesional del docente, ha cambiado. Ya no basta con saber,
sino que también es necesario un saber vinculado con los profundos cambios
económicos y sociales en marcha, con las tecnologías de la información y las
comunicaciones, con la nueva organización industrial e institucional, en un mundo
crecientemente complejo e interdependiente, que requiere personas con viva
inquietud creativa e innovadora, con espíritu crítico, reflexivo y participativo (López
Rodríguez del Rey & Bastida, 2006).
El papel del profesor en los espacios educativos virtuales y en los espacios educativos
tradicionales va más allá de ser transmisores, los profesores deben asumir otros
roles, y esto requiere diferentes estrategias de enseñanza. Weil, Joyce y Kluwin
(1978) establecen diversos modos de organizar las estrategias y estilos de
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enseñanza, indicando diferentes modelos: modelo de interacción social, modelos de
procesamiento de la información, modelos personales y modelos de modificación de
conducta (Weil, Joyce y Kluwin, 1978). Sin embargo, ninguno de estos modelos
resulta concluyente, ya que la dificultad y complejidad del proceso de enseñanza-
aprendizaje y las diferentes relaciones entre profesores y estudiantes hacen muy
difícil establecer un modelo o estilo infalible. Más bien se debe intentar re -asumir
todas estas teorías y establecer un modelo propio que sea capaz de aglutinar la
idiosincrasia del proceso de enseñanza-aprendizaje en las aulas.
Desarrollo
Desde esta perspectiva se asume con racionalidad pedagógica y se advierte que la
educación es una acción y es un efecto. La palabra educación es muy genérica, ya
que encierra todo hecho o fenómeno que provoca cambios en la modificación de la
conducta del individuo, es decir, es un proceso intencionado de formación de las
nuevas generaciones. En este sentido, la educación puede plantearse como una
actividad formativa, como una influencia o manipulación, como una realidad íntima
e individual, como un proceso socio-cultural.
Interesa en este particular destacar que la educación es una acción pensada,
meditada, reflexionada, intencional, organizada y sistematizada, con un claro
objetivo, con unas metas centrales y colaterales. De este modo interesa referirse a
los términos de acción pedagógica y de racionalidad pedagógica por la importancia
que reviste para las autoras del presente artículo.
La racionalidad pedagógica, parte del presupuesto de entender la educación, en este
caso en concreto, como una acción o proceso intencionado, con una clara
organización y estructura. En tanto la acción pedagógica es un hacer, no un pensar,
puesto que se trata de intervenir específicamente en entornos sociales y educativos
concretos. La racionalidad pedagógica se concreta a través de un fenómeno reflexivo,
que averigua, indaga y formaliza la acción educativa como un fenómeno de la
comunicación humana. Es, por lo tanto, la acción pedagógica un proceso,
generalmente, intencional, para el que es preciso un cierto nivel de inteligencia y
esfuerzo, que implica aprender y que debe estar orientado al mundo de los valores,
las creencias y las ideologías.
En virtud de este mundo de valores y creencias, la acción educativa debe replantearse
en una estructura axiológica o ideológica que permita al estudiante alcanzar un
desarrollo moral que le ofrezca la seguridad de poder posicionarse críticamente ante
el mundo, y utilizar su capacidad crítica para tomar parte activa del mundo y en
particular de la educación (Romero-Martín, Castejón-Oliva, López-Pástor y Fraile-
Aranda, 2017).
Por ello, es preciso recordar que la acción educativa debe incidir en la fenomenología
global del hombre, es decir, que debe ser integral. La intervención educativa debe
estar orientada hacia el estudiante, auténtico, protagonista del acto didáctico. La
orientación hacia el estudiante hace que el profesor se replantee sus estilos
educativos, que innove, que enseñe al estudiante a vivir, en definitiva, que readapte
y tome conciencia de su cultura docente y su profesionalidad.
Nótese como estos aspectos abordados con anterioridad presuponen ampliar la
perspectiva de la cultura del docente y la profesionalidad del profesor, por ello, se
asumen las concepciones de Jacques Delors (1996) quién apunta que el trabajo del
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docente no consiste tan sólo en transmitir información ni siquiera conocimientos, sino
en presentarlos en forma de problemática, situándolos en un contexto y poniendo los
problemas en perspectiva, de manera que el estudiante pueda establecer el nexo
entre su solución y otras interrogantes de mayor alcance”. El profesor se convierte
en mediador del acto didáctico. Y mediador del acto didáctico significa mediar entre
el discente y los contenidos de la asignatura. Así, el profesor media entre el contenido
y el estudiante, de modo que las estrategias y estilos de enseñanza repercuten en el
rendimiento académico del estudiante. Por lo tanto, en el actual contexto educativo,
el papel del profesor no debe reducirse a la mera transmisión de conocimientos, sino
que se orienta a desarrollar la labor educativa y por consiguiente la formación integral
de los estudiantes. Se coincide con Salvador Mata (1994) quien plantear la docencia
como compleja y difícil; sin embargo, resulta gratificante en la mayoría de las
ocasiones.
El rol docente en las condiciones actuales de cambio donde se requiere una
transformación de sus modos de actuación implica en primer lugar considerarse a
uno mismo como educador, de modo que garantice la labor educativa de sus
estudiantes. Ser un docente no implica dedicarse a dictar apuntes y consumir sus
horas de clases, sino en entregarse en cada una de ellas, en descubrir en sus
estudiantes un universo de conocimientos sin explorar (Pino, 2005).
Ello exige, no solo ocupación profesional, sino también una vocación de servicio hacia
el alumnado. El verdadero docente se esfuerza cada día en su labor educativa para
que sus estudiantes utilicen sus recursos y hagan el mejor uso posible de sus
posibilidades y potencialidades. Actualmente, desde una perspectiva pedagógica
abierta y actual, el profesor tiene más responsabilidad en tareas de motivación,
orientación y educación, que van más allá de las meramente instructivas.
El rol docente, la verdadera esencia y responsabilidad del profesor no pasa por
inculcar respuestas e imponer contenidos, fórmulas matemáticas, datos estadísticos,
hechos históricos, conceptos, entre otros aspectos. La cultura del docente y su rol en
el actual contexto de cambios va más allá, es decir dirigido a orientar a los
estudiantes hacia el descubrimiento y la autonomía, proporcionándoles las
herramientas para que adquieran una conducta y posición crítica ante el mundo y
ante ellos mismos, que les haga interrogarse permanentemente. Es formar individuos
críticos, libres, democráticos, innovadores, trabajadores, responsables,
participativos, humanos, sociales.
En tal sentido para elevar la cultura profesional del docente se requieren cambios en
sus métodos y estilos de enseñanza, de manera que los adapten a los nuevos tiempos
y a las demandas actuales de los estudiantes, que buscan en el profesor el vínculo,
el enlace entre lo desconocido y sus propias capacidades. Por este motivo, la
personalidad y los estilos de enseñanza del profesor deben adaptarse (en la medida
de lo posible) a todos y cada uno de los estudiantes, es decir, el profesor debe
convertirse en un guía, orientador y modelo del proceso de enseñanza-aprendizaje,
en lo que se ha denominado mediador del acto didáctico.
Sobre este particular se coincide con los criterios abordados por Fernández y
Sarramona (1977) sobre las condiciones y cualidades fundamentales que deben
caracterizar a un docente en su desempeño profesional entre las que se destacan las
siguientes:
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1. Capacidad de conocimiento y adaptación a los estudiantes, tanto individual
como colectivamente, para lo que es necesario contar con una personalidad
madura y equilibrada.
2. Conocimientos didácticos y pedagógicos necesarios para adaptar los
contenidos a las necesidades y características de los estudiantes.
Sin lugar a dudas el rol del docente debe configurar al profesor como el profesional
de la enseñanza que demuestra poseer flexibilidad, adaptación, sensibilidad, con
capacidad para dar respuestas a los problemas que se encuentra en el aula
(profesionales y emocionales), empático, objetivo, capaz de observar lo que está
ocurriendo en el contexto instruccional, auténtico y sincero, no dominante, ni
directivo, ni autoritario, capaz de no intervenir cuando no sea necesario ni se lo pidan,
que intervenga para que el estudiante participe y aprenda, con una actitud positiva,
abierto al cambio y a la innovación, capaz de comunicarse y transmitir de forma
eficaz y positiva, y por supuesto, tan implicado en su trabajo que posea una fuerte y
profunda motivación intrínseca.
Que transmita, en definitiva, la alegría por aprender, y que sea capaz de conseguir
en sus estudiantes una motivación de aprendizaje, de modo que ellos mismos se
sientan seguros y cómodos en sus clases (Castellanos, 2006; Del Pino, 2008).
Ello requiere trabajar en función de que los estudiantes desarrollen competencias
para elegir, tomar decisiones, elaborar planes y proyectos de vida, para que dominen
los instrumentos que les permitan autorregularse en los diferentes ámbitos de su
vida. Es necesario para favorecer el cambio en virtud de la calidad de la educación
que el profesor eleve su cultura profesional y, además:
Cree una atmósfera de confianza, seguridad y empatía en el aula, para que su
trabajo repercuta en todas las esferas de la personalidad de los estudiantes:
intelectual, emocional, motivacional, volitiva, que regulen favorablemente su
desempeño.
Organice situaciones de aprendizaje basadas en problemas reales, significativos,
que favorezcan el desarrollo de motivaciones intrínsecas, con niveles de desafío
adecuados, acordes a la zona de desarrollo potencial de sus estudiantes.
Apoye a los estudiantes para que acepten los retos del aprendizaje y aprendan a
identificar y resolver problemas, favoreciendo que estos seleccionen e
implementen sus propios caminos de solución y brindando las ayudas oportunas
y necesarias, individualizadas a la situación de cada sujeto. En ese sentido es
importante que el profesor sirva de modelo en la búsqueda y aplicación de
estrategias efectivas para la resolución de problemas.
Propicie la participación de todos los miembros del grupo según sus
potencialidades, animando a los más pasivos y cuidando que ninguno monopolice
la atención; creando una estructura cooperativa de trabajo en el aula en la cual
se logren compromisos individuales y grupales en función del logro de metas
comunes; facilitando la comunicación de ideas mediante la resolución de
problemas en grupo; actuando como moderador y facilitador, pero también como
tutor, experto y supervisor.
Emplee el error con fines educativos y estimule la atribución consciente de los
éxitos y fracasos escolares a causas controlables, modificables; creando espacios
de autoconocimiento, donde los estudiantes se entrenen en la autorreflexión y
aprendan a observarse, interrogarse, analizar alternativas y consecuencias, tomar
decisiones, plantearse objetivos, aspiraciones, y analizar sus posibilidades reales
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de alcanzarlas. Con todo ello favorece la reflexión y autorregulación
metacognitiva.
Diagnostique fortalezas, dificultades y potencialidades en el aprendizaje de sus
estudiantes y, sobre esa base, conciba estrategias de enseñanza, diferenciadas y
desarrolladoras, para cada miembro en particular y en general para el grupo,
apoyándose en la combinación complementaria del aprendizaje cooperativo y el
aprendizaje independiente.
Pero la labor de orientación del docente no va dirigida solo a los estudiantes sino
a todos los agentes educativos, por tanto, también al grupo; el colectivo de
docentes, directivos y demás trabajadores del centro; a la familia y otras
instancias de la comunidad, que como agentes de cambio deben trabajar de
manera coordinada, como un sistema de influencias educativas.
Para alcanzar tales propósitos se requiere la participación consciente de cada uno
de ellos, en particular de los estudiantes y el grupo, que se conciban como agente
de cambio y consecuentemente se impliquen en esos procesos y se comprometan
con dicho propósito. Es labor del profesor como docente o directivo- coordinar
esas influencias educativas y trabajar en función de que se integren, de que
funcionen como un sistema.
La orientación no es una tarea puntual, de determinados momentos o etapas sino
un proceso permanente y exige del profesor un desempeño en el que se aproveche
la diversidad, combinándose la atención individual y grupal.
Conclusiones
La cultura del docente para enfrentar estos retos planteados a la educación aún es
deficiente y, en consecuencia, la investigación educativa no juega su verdadero papel
en la transformación de su práctica y en su crecimiento profesional.
Es evidente que desde esta concepción se privilegia la cultura científicoinvestigativa
del docente con un carácter globalizador: el docente no solo debe saber de sus
ciencias, sino también de aquellas concomitantes que contribuyen a la formación del
estudiante, de manera que desarrolle una práctica educativa reflexiva y problémica,
que se transforme sistemáticamente y sea generadora del saber pedagógico bajo la
conducción del método científico.
La cultura científico-investigativa aún no ha penetrado orgánicamente en el diseño
curricular de su formación continua. Por tanto, aún no es inherente a su práctica
cotidiana. Por ello, estas propuestas deben ser incorporadas en la formación de los
profesionales de la educación en aras de armonizar el proceso educativo en el actual
contexto de cambios que se generan en el ámbito socio-cultural y, de esta forma,
elevar su cultura profesional.
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