Revista científica Ciencia y Tecnología Vol 21 No 30 págs. 1-14
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Esa débil performance se expresó en el propio sistema de precios y durante la
segunda mitad del siglo XX, Uruguay se transformó en una economía de alta y
muy alta inflación (Brum, Román, y Willebald, 2013). Dos procesos
fundamentales surgieron durante 1940 y 1960, empezando el primero con un
significativo control de la oferta monetaria en las decisiones de política
cambiaria, y el segundo destacado por los cambios introducidos en el sistema de
emisión hacia un régimen de mayor flexibilidad. El Banco de la República de
Uruguay adoptó la conducción de la política monetaria, debido que antes de
1960, la autoridad monetaria estaba repartida entre el Poder Legislativo y el
Poder Ejecutivo, luego de la llegada de la crisis de Estados Unidos, el aparato
financiero internacional comenzó atenuar el panorama nacional instaurándose un
sistema de control a través de la creación del Contralor de Cambios,
abandonando definitivamente el patrón oro. Los efectos de la crisis se reflejaron
sobre todo en tres resultados de la economía: desequilibrio externo por el déficit
de la balanza de pagos; caída del nivel de actividad; desajustes internos como la
depreciación de la moneda y el déficit fiscal (Universidad de la República, 2010).
A pesar que se estimó una demanda de dinero con una elasticidad de ingreso
unitaria, es posible identificar varios cambios de portafolio de los agentes
económicos que impactaron significativamente en el grado de monetización de la
economía, esto coincidió con un aumento importante de la inflación para cubrirse
de la pérdida de valor de la moneda. Esta etapa transcurrida desde la década de
1960 hasta 1980 contrajo un nuevo período de remonetización (Brum, Román, y
Willebald, 2013).
El modelo de desarrollo se sujetó a cambios, tal es así, en 1981 hasta 1989 se
planteó como una inserción internacional vigilada por instituciones externas, la
crisis de la deuda llevó a salidas promovidas por el Fondo Monetario
Internacional a través del crédito generando aumento de la oferta monetaria
para Uruguay, caracterizado por dos dimensiones básicas: papel del Estado y
financiamiento del desarrollo. Dicha propuesta se mantuvo apegado a las
importaciones basadas en los commodities derivados de recursos naturales de
bajo valor agregado, es decir se caracterizaron por el redescubrimiento de la
región, comenzando aumentar los altos niveles de inflación en un período de
crisis promovido por los cambios macroeconómicos (Mañan, 2010). Terminando
1990 se implementa un nuevo programa de estabilización de precios, de carácter
gradualista, luego, de anuncios a periódicos de las autoridades y el
establecimiento de una banda de flotación cambiaria.
Dicho esquema siguió un derrotero similar al de sus antecesores y con la
devaluación de junio de 2001 se habría llegado a un nuevo fracaso en la historia
de los planes de estabilización de Uruguay. Sin embargo, la fuerte devaluación
no significó, como en el pasado, una nueva y descontrolada escalada
inflacionaria. Desde entonces, los hacedores de la política monetaria no volvieron
a hablar del programa de estabilización y, en su lugar, se remitieron a los
objetivos de todo banco central en preservar el valor de la moneda, mantener la
estabilidad de precios, y crear las condiciones necesarias para la estabilidad del
sistema financiero. Para ello, ha habido un traslado en el uso del ancla nominal
pasando, primero, del tipo cambio hacia agregados monetarios y, luego, a la
propia tasa de inflación con la tasa de interés como instrumento de política
(Brum, Román, y Willebald, 2013).
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No. 30, 30 de abril de 2021
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