Revista científica Ciencia y Tecnología Vol 21 No 30 págs. 44-56
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La violencia hacia la mujer en la relación de pareja es entendida como toda
acción activa o pasiva, innecesaria e injusta pudiendo estar condicionada por la
estructura relacional jerarquizada, por la dinámica intersubjetiva en la
configuración del vínculo y por las particularidades personológicas de ambos
miembros, que es llevada a cabo por el hombre contra su pareja heterosexual, o
mujer a la que esté o haya estado unido, con la intención de causarle daños en
su capacidad de funcionamiento, de adaptación y de integración biopsicosocial y
de transgredir sus derechos humanos fundamentales (López-Angulo, 2011).
La OMS refiere que como grupo etario las mujeres entre 15 y 44 años de edad
corren mayor riesgo de ser violadas o maltratadas. Una posible explicación a
este hecho está directamente relacionada con la dificultad que tienen
adolescentes y jóvenes para reconocer que son víctimas del maltrato (García-
Díaz, Fernández-Feito, Rodríguez-Díaz, López-González, Mosteiro, & Lana, 2013;
Vizcarra, Poo, & Donoso, 2013). En cuanto a la prevalencia de violencia de
pareja entre adolescentes, se ha reportado un 20 % de violencia física y un 9 %
de violencia sexual. Las mujeres recurren más a amenazas e insultos y en
ocasiones agresiones físicas, mientras que los hombres ejercen más la violencia
sexual (Shorey, Fite, Cohen, Stuart & Temple, 2018; Wincentak et al., 2017
citados en Rozo-Sánchez, Moreno-Méndez, Perdomo-Escobar y Avendaño-Prieto,
2019).
Investigar este tipo de violencia en parejas jóvenes, para intentar erradicarla, se
torna una tarea imprescindible ya que en esta etapa de especial vulnerabilidad,
transición y cambios, los comportamientos violentos pueden instaurarse de
forma gradual en función del compromiso que vayan adquiriendo los miembros
de la pareja (Hernando, 2007). Se puede convertir un claro precursor de la
violencia de género en la etapa adulta y, con ello, en un serio problema de salud
pública (Muñoz-Rivas et al., 2010).
En relación al diagnóstico de esta problemática, las investigaciones se centran en
estudiar estas conductas agresivas y su relación con determinadas variables
como el sexo, clima familiar, identificar factores que obstaculizan el tratamiento
de este fenómeno, así como en especificar el tipo de violencia más frecuente
(Pazos-Gómez, Oliva-Delgado y Hernando-Gómez, 2014; López-Angulo et al.,
2015). Los principales resultados de estos estudios refieren que se deben tener
en cuenta algunos factores de riesgo como la disfuncionalidad familiar y el ser
víctimas de violencia durante la infancia. De igual forma se refiere una
prevalencia de la violencia psicológica y física en las relaciones de pareja durante
el noviazgo.
El desarrollo de las relaciones de pareja es un proceso complejo, donde muchos
adolescentes consideran la agresión dentro de una relación de pareja como algo
normal (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007). Esta normalización
conlleva a la justificación de los actos agresivos percibiéndolos como algo
aceptable y a la incorporación de estas conductas en sus estilos interactivos
habituales, siendo una forma de resolver conflictos en muchas parejas. Por otro
lado, son varios los estudios que indican que las relaciones en esta etapa
adquieren un carácter recíproco o bidireccional, es decir, ambos miembros de la
pareja ejercen y sufren conductas abusivas, fundamentalmente de tipo físico y
psicológico (Rubio-Garay, López-González, Saúl y Sánchez-Elvira, 2012;
Samaniego y Freixas, 2010).
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No. 30, 30 de abril de 2021
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