Revista Científica Ciencia y Tecnología Vol 24 No 42
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La Asamblea General de las Naciones Unidas en su Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible, presenta 17 objetivos de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas
económica, social y ambiental. Entre estos, el objetivo 5 versa sobre la igualdad de género
y propone varios desafíos: poner fin a todas las formas de discriminación que sufren las
mujer y niñas, eliminar las distintas violencias que sufren tanto en el ámbito público como
en el privado, reconocer y valorar los trabajos de cuidados y el trabajo doméstico no
remunerado, asegurar la participación plena de las mujeres y la igualdad de oportunidades
de liderazgo en todos los niveles decisorios de la vida, política, social y económica, y
emprender reformas que otorguen a las mujeres igualdad de derechos en los recursos
económicos: la propiedad y control de la tierra (Naciones Unidas, 2015).
De este modo, para hacer esto posible se tendría que hacer uso de la economía feminista.
Es una corriente que tiene por objetivo alcanzar una transformación profunda del sistema
económico vigente. Se enfocan en criticar a este modelo económico dominante y desigual,
al mismo tiempo que proponen alternativas para una economía más justa, sostenible y
equitativa. Existen cuatro importantes vertientes analíticos; la visión androcéntrica de la
economía, la división sexual del trabajo, la invisibilización de las necesidades de las mujeres
y la omisión del trabajo doméstico no remunerado en los análisis económicos.
Este análisis requiere una comprensión de los roles tradicionales como una herramienta de
opresión estructural, que desde una visión holística del fenómeno se derivan diversos
fenómenos de manera concreta y específica: menor acceso a la educación, empleo precario
y mal pagado, menos sueldo y mayor sobrecarga de las tareas del hogar.
Los prejuicios y expectativas preconcebidos en torno a toda la carga histórica en lo que se
considera “ser mujer” apoyan la opresión estructural, creencias como “las mujeres son
inferiores”, “las mujeres tienen el instinto materno, por tanto, la crianza es únicamente de
ellas”, “son más sensibles, por lo que tienen que cuidar de niños y ancianos”, “son débiles
y dependientes”, “son las mujeres quienes provocan la violencia”, entre otras. Asimismo,
la lucha contra la pobreza requiere una comprensión desde la perspectiva de género.
Hombres y mujeres sufren este fenómeno mundial de la pobreza. Sin embargo, existe una
variable interesante que diferencia a ambos géneros y es la mayor responsabilidad en el